sábado, 29 de diciembre de 2007

Mi
Maestro
de
la
ciudad
eterna.



Hay un estadio donde el alma no sucede y la pasion se muestra como un estado absoluto de poesia y el corazon dice que no entiende tanta dicha.

Ser tu siendo en ella se conoce como oracion.

No conocer mas norte que su mirada extendida en un universo multicolor de luces que sostienen a lo lejos el horizonte.

Ella es un estado sin medida y, yo para ser su discipulo empece con una oracion extendida por su cuerpo que me llevo a la luna opalina de lo incierto, sintiendome envuelto en halos brillantes de ternura y compasion.

Beber de su vientre la luz que contiene cada secreto que comprende el silencio y el vuelo de miles de mares elevados de sus fosas por pensamientos que trascienden a dios, era verla a ella.

Y en un momento de relajacion, cuando su persona la abandona, miles de angeles como estrellitas pequeñas de rocio, en su cuerpo desnudo parecian depositarse.

Aun me pregunto como el suelo se llenaba de diminutos petalos violetas de flores que se desnudaban alla donde ella caminaba como una sutil refencia a ese universo que ante ella se desplomaba, en forma de reverencia.

Mi voz era un manantial de sonidos que contenian la esperanza y la paz.

A mi maestro de la ciudad eterna.

No le busques sentido, no lo tiene.

maestro zen.

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